sábado, julio 23, 2005

SPECIAL OCCASIONS


Son las nueve de la noche de un sábado en que no trabajo y estoy en mi habitación, observando las cortinas, desilusionada porque nadie me llama. Ayer fui a ver un musical y mis mejores amigas no pudieron acompañarme por diversas razones. En estos días yo también he rechazado varias invitaciones a fiestas u otros compromisos, por trabajo, por mal humor o por planes que no se realizaban. Me han acusado de ser distante, de no prestar tanta atención a mis amigos como antes. Y tal vez sea cierto.
Parece que todos tenemos una sensación de decepción respecto a nuestras amistades. Tal vez no llaman o no pueden vernos o no quieren hacer aquello que nosotros queremos, y sentimos que algo va mal y que no es justo. Cuando mis amigos me dijeron que era fría y distante respondí que estaba ocupada (lo cual era cierto) con clases y trabajo y papeleo, que no podía centrar mi vida en ellos. Todos tenemos una vida propia y dejamos que en ella entren otras personas, pero casi nunca permitimos que la conquisten. Entendemos cuando nuestros amigos prefieren trabajar en vez de ir al cine o estudiar en vez de ir a tomar algo, pero a todos nos duele. A veces no reconocemos que cada uno de nosotros está haciendo lo mismo respecto a los demás. Dando más importancia a su vida como individuo que a su vida en sociedad... ¿Es eso algo negativo? No sé.
Cuando ocurre algo, en ocasiones especiales, nuestros amigos aparecen y nos ofrecen su ayuda y su abrazo, solucionan nuestros problemas o celebran nuestros éxitos. El año pasado, cuando estuve en el hospital, todos los días venía alguien a visitarme o me llamaban para ver cómo estaba. Cada vez que lo necesito, mis amigos hablan con mis profesores en mi lugar y arreglan mi vida académica. Recibo llamadas y felicitaciones en mi cumpleaños, y cada vez que regreso de mis viajes se ponen en contacto para verme. Pero ¿qué ocurre en los períodos en los que estoy aquí, en los que no sucede nada? ¿De verdad nos estamos distanciando todos poco a poco o es nuestra imaginación? Tal vez no es cierto que ahora damos prioridad a nuestra vida individual, al contrario, tal vez ahora necesitemos más que nunca a los demás y por eso nos sentimos tan solos, tan abandonados.
He leído los mensajes que recibí y envié mientras estaba en Inglaterra. Es cierto que todos vivíamos cerca, pero nuestros horarios no coincidían y debíamos esforzarnos un poco para vernos a menudo. Y lo hacíamos. Comprábamos comida y vino, nos reuníamos en la cocina de alguien y cenábamos todos juntos, con platos prestados y a veces compartiendo tenedores o vasos o lo que fuera necesario. Es cierto que había días en que no salía de mi habitación, pero siempre recibía mensajes o me llamaban por la ventana o Euri se colaba en mi cuarto para jugar al Risk. Conseguíamos que todos los días fuesen ocasiones especiales.
Tal vez lo que viví en UEA fue un universo aparte, no exactamente ficticio, pero tampoco exactamente real. Aquí es más difícil. Como de costumbre, siento atemorizada que el tiempo pasa y que nosotros hacemos lo que sea para ir a su ritmo, para que el futuro nos encuentre preparados. Pero ¿lo estamos? ¿a qué precio? Me da miedo que año tras año las ocasiones especiales en las que nuestros amigos de verdad están allí, en las que nosotros de verdad estamos allí, tengan que ser más y más especiales: bodas, muertes, divorcios, despidos, nacimientos... ¿Qué parte de nuestras vidas somos capaces de ofrecer a los demás? ¿Cuántas amistades estamos dispuestos a sacrificar para estar preparados?

jueves, julio 21, 2005

LITTLE GIRL


Qué decir, qué contar... Abro mucho los ojos para ver las imágenes que llegan desde el exterior, pero no entiedo demasiado. Así que, como de costumbre, hablaré de mí.
De nuevo inseguridad. Siento que mis amigos se han hecho mayores o que todavía no, pero no se preocupan por ello demasiado. Yo, sin embargo, pienso a menudo en que los años van pasando por mí y aparecen algunos cambios, pero siempre parece que lo hacen de forma imprevista o demasiado lentamente.
Con veinte años y ima Diplomatura estoy trabajando en la barra de un bar, los días en que mi jefe decide llamarme. Voy a clases de baile e intento organizar mis viajes y mis estudios. Sé que soy joven, pero tengo la impresión de que estoy malgastando todo. No puedo confiar en mi inteligencia ni en mis conocimientos. Recibo más cumplidos por mi apariencia, que nunca me ha gustado, que por las cosas de verdad importantes.
A veces la gente cree que tengo más edad, 22 o 23 años. A veces creen que tengo menos. Paso los días tomando zumo de naranja y dulces, viendo series que me confunden, leyendo libros en idiomas diferentes y haciendo y deshaciendo mis coletas. Me planteo entrar como becaria o interina en alguna editorial, hacer algo que de verdad me interese. Pero ¿quién puede tomarme en serio si no lo hago yo misma? En mi cama deshecha todavía duermen mis muñecos y todos tienen nombres y por la noche me abrazan para evitar que caiga en mis pesadillas.

domingo, julio 17, 2005

FRIGHTENED WORDS

He abierto mi antología de Alejandra Pizarnik al azar y la poesía siguiente ha aparecido. Quería publicar aquí algún poema de uno de mis autores favoritos, que pudiese expresar cómo me siento, ya que no parece que yo pueda hacerlo sola.
Al principio dudé de si escoger este poema o no, ya que el tema del que trata no estaba en esos momentos en mi mente, y, sin embargo, creo que no podría haber elegido mejor. Desde que recuperé mi ordenador, con todo el disco duro borrado, he sido incapaz de escribir. Creí que haber perdido parte de mis escritos podría impulsarme hacia una nueva etapa y una nueva fiebre creadora como la que he experimentado en varias ocasiones, pero aunque mi imaginación vuela y vuela y me muestra sus colores más esplédidos, tengo miedo de usar las palabras.
¿Por qué? Años y años diciendo que lo que de verdad quiero en la vida es escribir... y nunca he admitido que en realidad tengo miedo de las palabras.
Al principio justificaba mi falta de organización a la hora de escribir como períodos de sequía imaginativa, falta de insipiración. Después, admití que un factor muy importante es mi pereza, que prefiere tomar zumos de frutas y leer cuentos infantiles antes que pasar noches en vela buscando las palabras adecuadas para cada línea del relato o cada verso del poema. También influía mi falta de tiempo libre (antes), mi nerviosismo, mis depresiones, los medicamentos, las diversas situaciones extrañas en las que me veía hundida (sobre todo en el aspecto emocional)...
Pero ahora debo confesar, creo que por primera vez de manera totalmente consciente, mi miedo a escribir, a utilizar las palabras. Uno de mis profesores de escritura en Inglaterra me preguntó cuál era mi objetivo como autora y yo respondí que era crear belleza. Pero ¿soy capaz de hacerlo? ¿Acaso a alguien le interesa? ¿De verdad creo que en un futuro pueda escribir y escribir y merecer el título de escritora?
Hace bastantes años, seis o siete, le enseñé a mi padre al mismo tiempo uno de mis cuadros y uno de mis relatos. Dije que me gustaría ser pintora y escritora, pasar mi vida envuelta en arte. Mi padre me respondió que veía muchas más posibilidades en mi futuro como autora. En ese momento me sentó un poco mal, ya que yo estaba de veras emocionada con la pintura y tenía innumerables ideas para óleos nuevos. Ahora, sin embargo, esas ideas apenas llegan. Es cierto que cada vez que me encuentro con un trozo de papel y un lápiz o un bolígrafo comienzo a dibujar, peo casi siempre de forma perezosa y casi siempre los mismos motivos.
¿Sucederá lo mismo con la escritura? ¿Ha sucedido ya? Sé que en la pintura me faltaba un estilo propio, algo personal que aportar. Creo haber encontrado mi voz tanto en poesía como sobre todo en prosa, pero ¿me estoy engañando?
Leo el último libro de Harry Potter, porque soy así y todavía creo en la magia. Y sé que podría escribir libros infantiles, pero... ¿puedo?
¿Me he estado engañando todos estos años? ¿He estado engañando a los demás? ¿Tengo tanto miedo a las palabras que renunciaré a intentar dominarlas? ¿Merece la pena? ¿Puedo aportar algo a alguien? Yo sólo quería crear algo hermoso, nada profundo ni rentable ni revolucionario... Sólo un par de libros que produjesen una sonrisa en los lectores, la esperanza de que tal vez todos vivimos en un mundo lleno de magia.

cuidado con las palabras
(dijo)
tienen filo
te cortarán la lengua
cuidado
te hundirán en la cárcel
cuidado
no despertar a las palabras
acuéstate en las arenas negras
y que el mar te entierre
y que los cuervos se suiciden en tus ojos cerrados
cuídate
no tientes a los ángeles de las vocales
no atraigas frases
poemas
versos
no tienes nada que decir
nada que defender
sueña sueña que no estás aquí
que ya te has ido
que todo ha terminado

Alejandra Pizarnik... tal vez hablándome a mí

domingo, julio 10, 2005

NOT REAL

Y ahora, ¿qué sucede? ¿Más discusiones sobre política o religión o filosofía? ¿Más discursos encendidos sobre la sociedad? ¿Más consejos y reflexiones inútiles? No.
Hoy, con el permiso de mis lectores fantasma, quiero reflejar alguna de mis inseguridades personales. Son casi las ocho de la tarde y a estas horas tendría que estar en el trabajo, preparando todo para el concierto. Pero estoy en mi casa, en mi cama, escuchando música de los años 60 y escribiendo en mi portátil. ¿Por qué? Porque el encargado no me ha llamado para decirme que vaya a trabajar. Ayer llamó para decir que no fuese. Hoy ni siquiera eso. Tras todo un día de estar pendiente del teléfono me siento aun más estúpida que cuando pasaban mis horas esperando llamadas de los chicos con los que salía. Esperar impaciente la llamada de alguien que te importa es muy diferente de esperar la llamada de tu jefe.
Razón por la que no estoy trabajando: 1) Porque hay pocas entradas vendidas, por lo que habrá pocos clientes; 2) Porque no soy la novia del jefe ni su hermana ni su prima. Soy mejor que cualquiera de las demás y siempre aportó más dinero, pero tengo que quedarme en casa.
A lo largo de mi vida he disfrutado de muchas ventajas por ser hija de mi padre, porque él conocía a mucha gente importante. Tal vez no merecía esas ventajas, pero ahora estoy intentando hacer todo por mi cuenta. Pese a todo lo que pueda conseguir sé que nadie me toma en serio. No lo entiendo. Hay gente de mi edad que ya es gente de verdad, pero yo... Mi padre dice que cuando regrese de Canadá debería buscar un trabajo de verdad, hacer prácticas en una editorial o impartir clases de idiomas. Las dos opciones me precipitarían en la vida adulta. Es posible que esa perspectiva no me agrade demasiado, pero también es cierto que creo que no se me dará esa oportunidad. ¿Quién me daría un trabajo de verdad? ¿Acaso tengo algo material que aportar? Como personaje de un libro o de una película funciono muy bien, como amiga a veces, incluso como guía o musa... pero como ser real no.
¿Qué hace falta para triunfar en este mundo? ¿Alguna vez podré hacerlo? ¿Debo renunciar a ser yo para ser admitida en el mundo real? ¿Quiero ser admitida en el mundo real si supone sacrificar mi mundo personal?
Odio los domingos.

sábado, julio 09, 2005

A WHOLE LIFE

Por fin ha llegado el fin de semana y puedo dormir y dormir y dormir un poco más... aunque por ahora no lo estoy consiguiendo.
Ayer, después de mi clase de danza del vientre (!), fui a comer con Sofía, una compañera. Es una mujer de ventitantos años que hablar sin cesar, de cualquier tema... incluida la religión. Yo debería haber aprendido a evitar ciertas discusiones, pero la verdad es que no puedo. Comenzó diciendo que no creía en las donaciones de sangre, porque la sangre era muy privada. A partir de ahí empezó a hablar de sus clases de estudio de la Biblia... impartidas por una enfermera que pertenece a los testigos de Jehova. Me dijo que la Primera Guerra Mundial fue causada por la expulsión del demonio... y que a partir de allí el mundo había ido degenerando y la gente, poco a poco, se había ido convirtiendo en seres más y más viles, preparando así el Apocalipsis. Su enfermera decía que antes de la Primera Guerra Mundial no habían existido grandes tragedias ni matanzas, que las personas eran mejores. Por supuesto, se olvidó de mencionar las pestes, las interminables guerras que durante siglos y siglos sacudieron diferentes países europeos, las colonizaciones, la aniquilación de los nativos americanos, la extrema pobreza de los campesinos en los sistemas feudales, la esclavitud...
¿Por qué la gente está siempre tan dispuesta a decir que antes todo era mejor? Entiendo que en este caso concreto, esa mujer necesita decirlo para que sus alumnos crean su lectura de la Biblia, para poder captarlos para su secta (Sofía ni siquiera sabía que los testigos de Jehová es una secta). Pero es un fenómeno muy presente en toda la sociedad. Nuestros abuelos nos cuentan historias de cuando eran jóvenes y todo era más sencillo y más barato, y las personas más honestas y amables. Las películas de Hollywood, cuando retratan épocas pasadas, incluso si muestran conflictos bélicos y miserias, siempre se esfuerzan en presentar un sentido del honor, una fidelidad, unos sentimientos profundos y puros, desconocidos (según ellos) en estos días que nos han tocado vivir.
Todos creemos, o hemos creído alguna vez, que hemos nacido en la época equivocada. Yo solía pensar que tendría que haber vivido los sesenta y los setenta, en Londres, por ejemplo, y conocer a todos los músicos que se han convertido en leyendas. O tal vez a comienzos del siglo pasado, y formar parte de las vanguardias, hablar con Tristan Tzara y Oscar Wilde. O tal vez en pleno período romántico, ya que mis sentimientos son tan desbocados como los suyos. O tal vez en la sociedad de Jane Austen, como una doncella etérea, pero alegre y decidida.
Hay tantas opciones... La única que suele parecer siempre incorrecta es aquella que nos tocado. Vemos fotografías antiguas y todo parece más hermoso, pero nos negamos a salir a la calle mirando las nubes o las estrellas. Tal vez la generación siguiente mire hacia atrás y desee haber vivido estos días, llenos de cambios y voces de protesta y oportunidades. Tal vez la generación siguiente se queje, como nosotros, de que les ha tocado vivir en una era de violencia y mentiras e hipocresía. Tal vez se den cuenta de que la violencia, las mentiras y la hipocresía no dependen del período en el que nos toque vivir, sino de las personas. Y es cierto que las personas cambian, pero no creo que sea cierto que degeneren poco a poco como influencia del demonio o de su época. Lo que sí creo es que tenemos una memoria muy confusa y una gran inabilidad para aceptar nuestra realidad. Es más fácil soñar con el pasado que intentar cambiar el presente.
Ayer, cuando regresaba a casa después del trabajo, un hombre me dijo "Toda una vida". Los dos seguimos andando, pero me hubiera gustado detenerme y preguntar qué quería decir. Pero supongo que no hace falta. Lo importante ya está dicho. Toda una vida. Una vida que es nuestra, para hacer con ella lo que deseemos, para soñar, para lamentar, para cerrar los ojos o para ser valiente y descubrir que nosotros tenemos el poder de decidir cómo queremos que nuestra vida, cómo queremos que sea nuestro presente.

viernes, julio 08, 2005

WHY DO YOU SMILE SO MUCH?


Ayer hubo otro concierto. Más gente y más gente y más sonrisas.
Uno de los primeros clientes que atendí se chocó contra un cartel porque dijo que mi sonrisa le había cegado. Después me pidió mi número de teléfono y cuando me negué a dárselo dejo de sonreír.
Otro cliente me dijo que se casaría conmigo sólo por mis ojos y mi sonrisa. Muchos me contaron bromas y sus opiniones sobre el concierto y sus planes para el verano y todo lo que podían contarme en unos minutos.
Uno de ellos tardó algo más de lo normal en decidir y encontrar su dinero, mientras yo le sonreía tranquilamente. Cuando le di su vuelta y su ticket, se quedó parado delante de la caja durante unos momentos, y me preguntó por qué sonreía tanto... Respondí que estaba de buen humor. ¿Era verdad?
Todos se fijan en mi sonrisa y a veces me sonríen también, pero la mayoría lo hace de forma insegura, como si se hubiese olvidado de cómo se hace. ¿Por qué se sorprenden de que yo sonría? Tal vez no haya demasiadas razones, pero hay que intentarlo, ¿verdad?
Ayer sentí que ese chico me estaba acusando. Sé que en realidad no lo estaba haciendo, que estaba buscando una respuesta coqueta y graciosa, pero en mi mente comencé a buscar respuestas y en realidad no encontraba ninguna, pero por lo menos lo estoy intentando.

sábado, julio 02, 2005

TAKE OFF YOUR HEADPHONES SO I CAN TELL YOU HOW PRETTY YOU ARE


De nuevo en Madrid, en el sofá del salón, escuchando a Bob Dylan cantar canciones tristes, tomando zumo de naranja, acariciando el teclado de mi ordenador portátil, con los ojos abiertos y los pensamientos en pausa, un vestido morado demasiado grande y pies descalzos.
He regresado de Italia y he comenzado a trabajar. He visto a mis amigos y he visto a personas que conocía de años anteriores. He paseado por las calles de Madrid. He comprado libros y ropa. He oído bromas y cumplidos. He dormido acurrucada en mi edredón. Me he mirado al espejo más de lo necesario.
No he descubierto nada.
La madre de Dario me preguntó si de verdad tenía que regresar a Madrid, si no podía quedarme un poco más de tiempo. Respondí que tenía que trabajar y estar con mi padre y con mis amigos, porque había estado fuera muchos meses y dentro de poco me voy de nuevo. Ella, al despedirse, me abrazó mucho y me dijo que al irme dejaba un vacío.
Tal vez sólo deje la mitad de un vacío. La otra mitad viaja conmigo, me sigue fiel en todas mis aventuras y expediciones. Ayer sonreí tanto tanto a los clientes. Tanto tanto que toda mi cara parecía una máscara blanda, de plastilina, que se estaba deshaciendo poco a poco.
Podría haberme quedado en Italia otro mes. Trabajar allí en algún lugar, dormir, ir a los lagos varias veces a la semana, seguir pintando mis piernas con heridas gracias a la bicicleta... Dylan canta sobre Italia y corazones solitarios y quejas y arrepentimientos y recuerdos. Las cortinas filtran la luz de la calle y toda la habitación parece estar en una jaula de ámbar, en una gran pecera. Estoy segura de que aunque yo no puedo ver qué hay fuera de estas cuatro paredes, en algún lugar hay observadores que pasean delante de mi pecera, sin detenerse demasiado y sin intentar comprender qué hago aquí. Tal vez de vez en cuando yo me convierto en uno de ellos.