miércoles, diciembre 07, 2005

MALLRATS

Hace ya bastantes años Kevin Smith dirigió una comedia llamada Mallrats, dedicada a los perdedores, los lectores de cómics, los no-farolas, los observadores, los raros y cualquiera que se haya levantado con el pie equivocado, en la cama equivocada, en el cuarto equivocado, en el cuerpo equivocado, en el mundo equivocado, día tras día tras día.
Es una película que me encanta, y que no envejece, ya que todos seguimos presos en nuestra inseguridad y absurdo. Pero hasta ahora no la había experimentado de verdad. Hoy estaba en el mall (gran centro comercial típicamente norteamericano) con Sara, comprando regalos, entrando en todas las tiendas, paseando por los mismos pasillos por los que paseamos ayer y anteayer y día tras día desde que llegamos aquí. Pasamos alrededor de cinco horas, con bolsas que se multiplicaban y crecían misteriosamente. Vimos a compañeros de clase, camareros de bares a los que vamos, gente que hemos conocido en algún sitio... tal vez en el mall. El chico que bailó con nosotras en Helsinki la semana pasada estaba allí. Después de sonreírnos desde una docena de tiendas, se acercó y nos preguntó si iríamos a Helsinki mañana y nos dijo que él no estaba de compras, simplemente estaba en el mall... era un mallrat... una rata de centro comercial. Y nosotras también lo somos. Como todos. Estamos rodeados de naturaleza increíble, pero cada vez que tenemos tiempo nos escondemos en el mall, gastamos dinero, y paseamos una y otra vez por los mismos pasillos, pensando que tal vez encontraremos algo nuevo y especial, que dé sentido a nuestro caminar.
Ayer escapé durante unas horas de esta futilidad comercial. Stephen, uno de los guías de los Adirondacks, me llevó a Hull (que está al lado de Ottawa, pero ya en la provincia de Quebec). En el primer bar que entramos había música en directo. Tres guitarristas fabulosos, que tocaron temas de Buena Vista Social Club, Metallica, Django Reinhardt, Alice in Chains... En el segundo local estaban todos aquellos que antes habían estado en el concierto. Sonaba rock... en vez del típico R&B de Ottawa. Había gente vestida de negro, o con sombreros, o con miradas perdidas. Tras varias semanas horribles en las que sólo hablaba con Sara, fui un ser social y hablé y bromeé. Conocí a artistas (palabra desconocida a este lado del canal) y discutí con el mejor de los guitarristas, Sebastien, de música, mientras todos intercambiábamos sombreros. Nos quedamos escuchando música hasta muy tarde. Sebastien me trajo de vuelta a Ottawa y nos sentamos en la entrada de la residencia. Durante dos horas. Él tocaba la guitarra y yo cantaba. Leaving on a Jet Plane, I'm Through With Love, American Pie, House of the Rising Sun, Summertime, Creep... Muy tarde (o muy temprano) decidí que no podía más y me fui a dormir, con la promesa de volver a tocar con Sebastien antes de marcharme y el cumplido de que tengo una voz de jazz preciosa. Y hoy todo va mejor. Ese algo nuevo y especial que todos buscamos, yo lo encontré por unas horas, en una guitarra y dos voces y letras. Y hoy puedo ir al mall, puedo leer cómics, puedo entender a Kevin Smith y puedo esperar con más calma el regreso a Europa.

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