miércoles, diciembre 21, 2005

LOST AND MAYBE DELIRIOUS




Últimos días en Canadá. Mañana último examen. El viernes autobús a New York. Fiebre alta. Dolor de espalda. ¿De nuevo estoy enferma? Sé que mi médico diría que todo es psicosomático. Pero mi cara está pálida, mis ojos calientes, mi cabeza mullida. Escucho canciones de amor, todas tristes, y no puedo llorar porque duele demasiado cerrar los ojos. Tengo 17 versiones diferentes de "Careless Love".
Pienso que todo irá mejor en Madrid. Por lo menos tendré a mi familia y a mis amigos y los lugares que me llenan de seguridad. Después, en agosto o septiembre, de nuevo partir, quién sabe adónde.
Últimos días en Canadá. Las tres últimas horas son lo más cercano a sueño que he tenido en un par de semanas. De repente, todos los días hay una sorpresa. Alguien nuevo e interesante que me propone aventuras que nunca podré experimentar. Música y naturaleza. ¿Qué más puedo pedir? Gente maravillosa que me hace daño y a quien yo hago daño, porque son los últimos días y parece que nada importa y ni siquiera sé por qué estoy haciendo mis exámenes o por qué voy a hacer los de Madrid. Me gustaría esconderme debajo de una manta, hibernar, tomar vasos gigantes de leche y ser acariciada en la espalda como el gato que soy. Y después despertar en primavera, cuando el frío se haya marchado del paisaje y de mis huesos. Ver flores y árboles verdes. Caminar en los parques. Escalar montañas. Navegar ríos. Abrazar todos los árboles, porque en Madrid no están. Porque en Madrid sólo hay edificios grises e incluso el fantasma de las ardillas ha desaparecido.
Me gustaría cantar con Kyle y Sebastien. Descifrar jeroglíficos. Descubrir un rincón nuevo cada día. Que el dolor desapareciese y que la fiebre convirtiese la realidad en un cuento de hadas. ¿Cómo regresar a Madrid después de esta naturaleza, este paisaje, este cielo? Toda la belleza de Rusia, pero incluso más salvaje, más inocente. Por fin he encontrado un lugar donde quiero estar de verdad. No Ottawa, por supuesto. Ninguna ciudad. Una pequeña población canadiense donde todos los niños, y yo también, aprendiesen a vivir en la naturaleza: esquí, snowboard, hiking, kayaking... O los bosques y montañas del norte del estado de New York. ¿He estado esperando encontrar un lugar que me recordase a Rusia? La nieve mancha toda mi ropa de blanco y llena mis pulmones de frío. Y todos los días me pregunto cómo puede existir tanta belleza y por qué necesitamos Ottawa o Madrid cuando es en la naturaleza donde nos encontramos, donde somos reales y mágicos al mismo tiempo. ¿Volveré alguna vez? ¿Escaparé de la ciudad? Sólo aquí tienen sentido mis fantasmas y fantasías.

No hay comentarios: