Es primavera y han comenzado las vacaciones. Ayer por la noche mis amigos y yo fuimos a una fogata en medio del bosque. Había mucha gente que no conocía, pero el lugar era hermoso. Se veían las estrellas y la luna. Hacía mucho calor. Era de madrugada y nadie llevaba abrigo. A medida que pasaba la noche, la gente se fue yendo y los que quedamos nos fuimos dividiendo en grupos de dos o tres. Dos chicas tocaban la guitarra. Cris tocaba la gaita. Javi tocaba el cajón. Se oían muchos murmullos. Todos confesaban algo. Amores, añoranzas, sueños, mentiras. Quemábamos madera muerta y nos tirábamos hojas unos a otros. Euri, Angela y yo regresamos a Waveney a las 3,30 de la mañana. Estuve despierta hasta las 5 para despedir a Euri, que se iba a Gales. Me levanté temprano, terminé de escribir mi ensayo, lo imprimí, lo entregué y comenzaron las vacaciones.
Hoy hacía sol. Todos íbamos con camisetas de manga corta y gafas de sol. La plaza estaba llena de gente tomando cerveza y helados. El césped estaba lleno de gente jugando al fútbol o al frisbee. No había nubes. El lago estaba precioso. Había pájaros cantando. Estuve sentada en la hierba durante un par de horas, tomando zumo de naranja y rescatando a un insecto temerario que insistía en aterrizar dentro de mi vaso.
Ayer en clase de poesía comentamos algunos poemas de Wallace Stevens. Entre ellos, "Sunday Morning", un contraste entre la visión religiosa y la visión naturalista del paraíso. En el poema una mujer sufría porque necesitaba creer en algo permanente, algo divino y hermoso. El narrador contestaba que la belleza era hija de la muerte. Un paraíso eterno sin cambios cansa pronto y no puede aportar satisfacción al alma. El narrador lo comparaba con la naturaleza, hermosa y cambiante, y afirmaba que precisamente porque todo muere cada momento es más hermoso. Este paraíso es mucho más real y poderoso que el divino, y el hombre halla más satisfacción en la exaltación de su vida y de su mortalidad y de la propia naturaleza. Pero Stevens concluye el poema preguntándose cómo puede ser considerado esto el paraíso si la naturaleza no puede apreciar los elogios del hombre. Es indiferente a nuestras vidas o muertes y cualquier oda que podamos componer sobre ella.
Yo me pregunto por qué hace falta que exista un paraíso, divino o natural. No creo en la existencia de un Cielo al que vayan las almas buenas, pero tampoco creo que podamos calificar a este mundo como paraíso. Pero, ¿por qué no calificarlo de vida? ¿No es ésa una palabra mucho más hermosa y poderosa? Esto no es el paraíso, pero es nuestra vida, y Stevens tiene razón, sólo puede cobrar sentido en contraste con la muerte. Suele haber más momentos duros que momentos felices. Y, a veces, como la mujer de la poesía, sufrimos porque queremos creer que vendrán tiempos mejores pero no podemos. Entonces, de repente, un días nos despertamos y hace sol y todos sonríen y el vendedor de helados lleva un gorro rojo y blanco y hay faldas de miles de colores y carcajadas y el tiempo deja de existir y puedes sentarte en la hierba y darte cuenta de que no, no es el paraíso, pero es tu vida, y puede ser hermosa... a veces.
viernes, marzo 18, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario