De nuevo en Inglaterra, pero esta vez en mi cuarto. Con un ordenador nuevo... con tildes y Ñ. Increíble.
Ayer, en el vuelo, no ocurrió nada especialmente dramático. Me dejaron pasar casi enseguida porque creyeron que era parte de un grupo de quinceañeros que iban de viaje de fin de curso... No sé cómo lo hago, pero no consigo tener más de quince años. Después, unas chicas del grupo me hablaron, para preguntarme por las cosas escritas en kwenya en mi mochila. En el despegue gritaron. Al aterrizar, aplaudieron y se sorprendieron porque "¡¡Estaban en Londres!!". Eso me hizo pensar en cuando yo de verdad tenía su edad. Mi primera visita a Londres fue con catorce años y también me parecía increíble y emocionante y mágico. Y recuerdo que hasta hace bien poco todos los pasajeros aplaudían cuando el avión aterrizaba a salvo. Ese grupo de quinceañeros hizo ruido durante todo el vuelo, gritando, levantándose, llamando a las azafatas (auxiliares de vuelo), evitando que nadie durmiese... pero de todas formas les envidio. Su ilusión y alegría eran genuinas. Y por eso me sorprende que me confundan con ellos. A diferencia de ellos, yo guardo silencio, intento no molestar a nadie, cada vez miro menos por las ventanillas de los aviones y volar me origina cada vez más la certeza de que nos vamos a estrellar, que el avión pesa demasiado y está muy cansado para seguir volando.
Ayer, el piloto nos sugirió mirar por las ventanillas del lado izquierdo porque se veía un anochecer increíble. Yo miré, agradecida porque alguien que definitivamente no tenía quince años se había fijado, y regresé a la lectura de Slaughterhouse 5... So it goes.
domingo, febrero 13, 2005
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