viernes, julio 09, 2004

NAÏVE

Estoy a punto de transformarme en una serpiente de pestañas lánguidas. Al sisear mi nombre, se derrumbarán todos los edificios nuevos. Los tejados saldrán volando hasta dar vueltas alrededor de la Luna. Pero yo no sabré nada. Las palabras. Sin sentido. Bruscas. Negras. Un poco agudas. Afiladas, con cuchillos y navajas y cristales y cualquiera cosa que corte un poco y conozca el picor de la sangre.
Tantos años. Todavía incapaz de respirar sin detenerme unos instantes. El silencio. Pero nadie más lo ve. Dicen escucharlo. Y si grito, mis pesadillas no responden. Me acarician con plumas, tan largs y suaves como una oda a los dioses. Sólo que ya no quedan. Las cortinas están echadas y yo dentro. Con luz artificial. Muy triste. Muy sola. Llamaría. Eso existe. Pero no puedo hacer ni una sola llamada.
El agua caliente. Una mortaja. Pero menos acogedora de lo que todos creen. Más difícil. Habría continuado. Pero mi cabello se estaba rizando en el espejo y creí que podría estar despertando. Niña.
De nuevo.

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