Ayer... fue un día horrible. Pasé las horas escribiendo desesperación y deseando explotar, pero sin fuerzas para intentarlo. En el trabajo... música hermosa y triste. Lluvia en las pestañas. Cuarto de baño como escondite. Mareo. Muchas copas para remediarlo. La gente (los hombres) se quedaban a hablar con nosotras y nos proponían quedar luego. Nos decían piropos... yo sonreía, como si lo agradeciera, como si lo estuviese creyendo. Mis compañeros estaban más animados que de costumbre, más cariñosos... y yo me contagié de su buen humor. Terminamos bailando en un bar argentino. Dando vueltas y vueltas y vueltas. Con cientos de luces de colores. Sin preguntarme en qué dirección mirar o qué hacer o cómo hablar... Sin ser yo... o siendo yo de otra manera. Mi mejor amiga, Noelia, consiguió lo que deseaba con alguien que le gustaba. Otra compañera, Mariu, también. Y había chispitas en sus ojos y sus mejillas.
Yo, por otra parte, simplemente di vueltas. Sin dejar de escapar de brazos y brazos y brazos que me hacían girar. Ya no recuerdo. No recuerdo bien en cuántos idiomas hablé ni con quién ni qué dijimos... Me presentaron a tantas personas... Un lunes. Llegué a casa muy tarde. Tras beber y fumar y fumar y dar vueltas y reír y conocer y sentirme bienvenida... En la cama, quise creer que era verdad, que estaba bien. Que todo estaba bien. Que yo estaba bien.
Y no es cierto. ¿Por qué? No lo entiendo. ¿Por qué he recaído? ¿A quién le importa? Supongo que ni siquiera a mí... Da igual... todo da igual. Siempre lo digo. Sumando los "da igual", "no importa" y "es lo mismo", creo que definitivamente no supone ninguna diferencia el estar, aquí o al otro lado (es decir, no estar).
Tal vez me haya equivocado... en todo... Tantas veces.
Yo, por otra parte, simplemente di vueltas. Sin dejar de escapar de brazos y brazos y brazos que me hacían girar. Ya no recuerdo. No recuerdo bien en cuántos idiomas hablé ni con quién ni qué dijimos... Me presentaron a tantas personas... Un lunes. Llegué a casa muy tarde. Tras beber y fumar y fumar y dar vueltas y reír y conocer y sentirme bienvenida... En la cama, quise creer que era verdad, que estaba bien. Que todo estaba bien. Que yo estaba bien.
Y no es cierto. ¿Por qué? No lo entiendo. ¿Por qué he recaído? ¿A quién le importa? Supongo que ni siquiera a mí... Da igual... todo da igual. Siempre lo digo. Sumando los "da igual", "no importa" y "es lo mismo", creo que definitivamente no supone ninguna diferencia el estar, aquí o al otro lado (es decir, no estar).
Tal vez me haya equivocado... en todo... Tantas veces.

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